viernes, 14 de mayo de 2010

Que Cargar En El Kayak En Travesía

Un kayak no es un velero ni, Dios no lo permita, un crucero. No hay posibilidades de llevar equipaje de más por las dudas, mucho menos de tirarlo así nomás en la cabina para entrar a buscarlo cuando se necesite. La estiba debe ser cuidadosa y planificada. Se debe buscar hacer una especie de Tetris con los bultos, para que nada deje espacio muerto con su vecino. Se debe estibar pensando en desestibar. Imaginar qué se necesitará en los descansos, para que las galletitas no hayan quedado debajo de pilas de equipo y remos de repuesto, ni el papel higiénico en el inalcanzable fondo de la bodega cuando se lo busca de apuro. Las luces deben estar siempre a mano, que es de día hasta que se hace de noche, y entonces ya es tarde. Es una buena técnica, en kayaks con bocas estrechas y alejadas de las puntas, atar un cabo a algún paquete alargado, digamos la bolsa de los parantes de la carpa, e introducirlo primero hasta la punta de la bodega, cuidando que el cabo quede saliendo por la tapa al estibar el resto de las cosas. A la hora de descargar y armar campamento, simplemente tirando de éste, tendremos un llamador que nos pondrá el equipaje a la mano con poco esfuerzo
Esto me lleva a aprovechar este espacio para hacer una denuncia.:
Es bien sabido que los fabricantes, de lo que sea, se dividen en dos grandes grupos.
1) Los que estudian como hacernos la vida más fácil y:
2) Los que dedican su vida a encarajinar la nuestra.
En este último grupo militan con honores los fabricantes de bocas de tambucho pequeñas y redondas.
Nada muy grande puede ser estibado en esas bodegas, como bolsas de dormir ó bolsas estancas ó carpas, sin hacer grandes malabarismos, aparte de desperdiciar muchísimo espacio al no poder maniobrar para acomodar la carga.
Como resultado vemos palistas que se han visto obligados a poner todo atado sobre cubierta, tomando estas últimas el aspecto de bauleras a cielo abierto. En caso de oleaje, es fácil poner a navegar involuntariamente lo que no esté bien trincado. En caso de vientos laterales, el equipaje sobre cubierta hará que el kayak tienda a orientar su proa hacia el viento, o, si
el viento es muy fuerte, su cubierta hacia el agua.
Hablando del agua, es importante decidir qué hacemos con ella, no la que usamos para navegar, sino la de bebida.
A nadie se le escapa que el agua es el peso más importante a llevar. En verano debemos calcular dos litros diarios por persona, y a veces no hay posibilidad de reabastecerse en el camino.
Cada kayak es un mundo y cada kayakista un maestrito celoso de su librito. Sabemos que el agua y todo lo pesado debe ir al centro de la embarcación, para no desequilibrar los pesos, pero a veces, especialmente en kayaks de poca capacidad de carga, el centro está ocupado. Personalmente me ha dado bastante buen resultado estibar las botellas de agua en cubierta sobre la tapa del tambucho de proa, aseguradas con shockords (cabos elásticos) a los cabos de vida del kayak. Esta técnica presenta las siguientes ventajas:
1) Le añade peso a la proa, lo que aumenta la velocidad de crucero en modelos que se apopan con facilidad al aumentar la potencia de remada (SDK510 y similares)
2) Detiene el impacto de la ola sobre la abertura del tambucho delantero, minimizando filtraciones en aros con sellado deficiente.
3) Evita que nuestra ropa estibada en bodega presente un aspecto empapado y goteante en caso de apertura accidental de alguna botella que guardemos en la bodega.
4) Libera un espacio vital de carga, lo que nos permite armar y desarmar más desahogados.
He dejado adrede para el final la consideración de uno de los enseres más emblemáticos de todo kayakista que se precie.
Se trata de la famosa pava negra. Corazón de lata de los kayaks, la pava ennegrecida por el carbón de mil fogatas anida en lo profundo de los tambuchos, a veces enloqueciendo la brújula con su definida personalidad metálica.
Cumple la función, en las eternas rondas de fogón, de la pipa de la paz o del bastón ritual Inca, que atribuye a quien lo detenta el uso de la palabra. A veces es nuestra interlocutora en las travesías en solitario, cuando en nuestra fogata nos acompañan sólo las estrellas y dos ojos celestes que quedaron en puerto, pero que se las ingenian para destacarse por sobre el resplandor de la ciudad lejana. El acero con el tiempo va mudando su brillo metálico a negro opaco, a medida que los fogones y las anécdotas se suceden. Todo kayakista debe tener una pava negra, independientemente de cuántas haya en la expedición. No vale pintarlas de negro, tampoco comprarlas ya ennegrecidas de segunda mano. Su pátina, como todo en la vida, deberá ganársela, a medida que las millas navegadas se acumulen, a fuerza de fogatas y amigos y abrazos y recuerdos.

Fuente:Gustavo A. Schek

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